Salía de mi hotel camino al aeropuerto cuando la recepcionista, una señora largilucha y risueña solto un -“¡OHHHH! Que mochila tan enorme, debe de pesarle mucho a usted”-.
Sin pensarlo mucho le dije: -No se crea señora, esta mochila no pesa tanto y además la mayoría de las veces me lleva ella a mí.-
Le regalé mi mejor cara de póquer mientras observaba su confusión. -Verá usted, en esta mochila llevo mi parapente, una aeronave tan maravillosa que me permite surcar el cielo como las aves, sin más motor que el viento y mi propio conocimiento.
Allí arrancó su cara de sorpresa y no tuve más remedio que dedicarle un rápido resumen de 5 minutos explicándole las térmicas, los cientos de km que podemos volar y que muchas veces subimos por encima de los 3000m.
Me dijo que quería volar conmigo en biplaza, me contó que había soñado que volaba…
Me despedí y salí corriendo a tomar el autobús. Al llegar a la parada un joven ejecutivo dejó de mirar su teléfono, miró de arriba abajo la mochila y exclamó: -¡Pedazo de “mochilon”, debe pesar una barbaridad-.
Hice una inspiración larga y empecé otra vez: -Pues no te creas…